Julia Froilán
La
memoria tiene grandes condicionantes, comenzando por las características
psicológicas de los resistentes antifranquistes y de las situaciones
excepcionales que vivieron. Tenemos que distinguir si los relatos son en
primera persona o relatos de relatos o interpretaciones de los hechos bajo el
rasero de los esquemas ideológicos. Si la memoria tiene tanta importancia es
absolutamente necesario descubrir el subjectivismo y la fabulación. Algunos
casos de impostura de los que se han podido descubrir nos obligan a extremar
precauciones y a ser muy rigurosos en los análisis históricos.
Conceptos básicos utilizados | ||||||||||||||||
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También hay distintos formatos de memoria que se corresponden con las formas más globales de aprehensión de la realidad. Podemos distinguir tres.
Factores relevantes considerados | ||||||||
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El factor más importante
y decisivo es el transcurso del tiempo. Observación aparentemente obvia pero
que estamos obligados a profundizar y pormenorizar mucho más. El tiempo es la
estructura que procura materialidad a dos aspectos absolutamente decisivos y
que son: la memoria y la situación. La memoria como mecanismo de recrear una
realidad o experiencia y la situación como traductora de esa realidad recreada
al momento en que utilizamos ese recuerdo.
Ese tiempo no es una
entidad astronómica, regular, sino con el ritmo que los acontecimientos vividos
crean en el individuo. Épocas intensas con un transcurrir del tiempo rápido y
épocas anodinas sin acontecimientos relevantes. Desde el punto de vista de la
memoria ese tiempo con emociones, vivencias importantes, crea huellas más
profundas. Pero una historia basada primordialmente en la memoria de sus
protagonistas tiene muchas posibilidades de caer en el subjetivismo, es decir,
que los aspectos y periodos que el protagonista señala son aquellos que le han
procurado a él una mayor carga emocional.
A su vez el tiempo crea
el cambio en las situaciones. O dicho de otra manera, las situaciones con sus
cambios son las que indican el paso del tiempo. Necesariamente la situación
cuando se produjo el hecho no es la misma que cuando se intenta recrear
recordando que es otra muy diferente. Un ejemplo muy claro lo tenemos en los
valores pues cada época tiene los suyos. Aunque haya los valores considerados
universales la situación los modela y cualifica. En consecuencia la
interpretación que hacemos del relato del acontecimiento histórico responde a
los valores del momento o situación actual.
A partir de estas
nociones básicas podemos iniciar mejor la comprensión de la memoria de la
resistencia antifranquista que intentamos recoger actualmente. A efectes de la
acción represora podemos distinguir los que hayan sufrido esa acción represora
directa y personalmente en forma de detención o prisión de los que no hayan
sufrido la acción represora directa y personalmente. Naturalmente desde el
punto de vista de la credibilidad en el testimonio son más fiables los primeros
pero no significa más importancia en el testimonio, a menos que se trate de la
represión personal.
Es difícil establecer
una tipología de los resistentes. Se puede hacer desde la perspectiva de los
móviles ideológicos del resistente o también según la peligrosidad respecto a
la represión u otras. En estos apuntes propongo la tipología que me parece más
adecuada en función de la influencia de la memoria y de los esquemas marcados
por la situación histórica. Esta tipología está basada en las diferentes etapas
de la Dictadura pues en el transcurso del tiempa ha ido variando su modelo
político represivo, no en las instituciones represivas, ni en brutalidad ni
arbitrariedad, sino en el grado de aplicación y selección. Por ejemplo, los
resistentes religiosos católicos y represaliados no surgieron hasta el
alejamiento de sectores de la Iglesia respecto al régimen y especialmente
después del Concilio Vaticano o la especial dureza de la represión y años de
condena para los comunistas.
La acción de la resistencia, básicamente, era reactiva y/o proactiva, es decir, como reacción a un estado policía, represor y usurpador y/o como búsqueda de un cambio de sociedad, aunque en no pocas ocasiones una cosa implica la otra. Por ejemplo, huelguista como consecuencia de reivindicaciones salariales o de condiciones de trabajo y estudiante encuadrado en una organización socialista revolucionaria. También el huelguista puede formar parte de un partido revolucionario y el estudiante reivindicar un sindicalismo estudiantil.
A su vez la resistencia estaba mediatizada por la
evolución del propio régimen, factor importante dado la considerable duración
de la dictadura.
Siguiendo esta lógica,
en líneas generales, la resistencia durante el periodo 1939/51 es
mayoritariamente reactiva pues busca la restitución de la República y los
derechos que ella amparaba. Durante el periodo 1952/55 la resistencia se agota
y es prácticamente nula aparte de acciones individuales o poco relevantes y
desconocidas. En cambio el periodo 1956/75 es proactivo con la incorporación a
la resistencia de las nuevas generaciones que no han vivido la guerra civil y
la aniquilación o neutralización de los anteriores resistentes y que buscan un
nuevo estado democrático y con la esperanza de que sea socialista o comunista.
Resistente: persona
que ha realizado tareas dentro de organizaciones antifranquistas o
realizar acciones antifranquistas y susceptibles de sanción represora,
para dar fin u oponerse a la dictadura. Esbozos de perfiles de los resistentes durante el franquismo. | ||||||
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El aparato represor,
leyes y acción policial y militar en primer plano pero también infinidad de
mecanismos sociales, ciudadanos y morales (con el Sindicato vertical, porteros,
serenos, vigilantes, alcaldes de barrio, sacerdotes, etc.) citando solamente
aquellos capaces de actuar físicamente con funciones represoras, fue variando
al unísono con la evolución del régimen, aumentando o disminuyendo y de manera
selectiva sin cesar un instante e incluso sobreviviendo dos años al dictador.
En el terreno de la individualidad hay que tener en cuenta el afán de protagonismo que el resistente quiere tener o se cree en el derecho de tenerlo en la sociedad actual pero con los méritos de épocas pasadas. Muchas veces es como una revancha o frustración por lo poco que ha hecho después de esa época. Es frecuente en personas que han sufrido represión en el periodo inmediatamente posterior a la Guerra civil y que se han pasado la mayor parte del franquismo en hivernación. Aunque depende en gran parte del carácter de la persona se establece una especie de proporción inversa en el énfasis del relato que la persona hace de su experiencia: a más tiempo en hivernación mayor es el mérito en su relato, es decir, a menos lucha, en espacio de tiempo, más importancia se da en su relato al tiempo que enfatiza el periodo en que tuvo lugar su actuación siempre buscando, como protagonista o partícipe, ser testimonio de hechos de cambio o hitos históricos. Es curioso observar como, por ejemplo, la enorme cantidad de fundadores de CCOO surgidos de los relatos cuando, objetivamente, fueron relativamente poco numerosos y circunscritos a determinadas empresas. También aparecen numerosos voluntarios de las milicias antifascistas en el 36 o clandestinos sindicalistas anarquistas en el decenio de los 40 e incluso guerrilleros que, si seguimos los relatos, no tenían más allá de los 12 años cuando luchaban en el maquis o que teniendo la propiedad de la ubicuidad luchaban en varios lugares a la vez.
Pero de todo esto
hablamos a través, no de las fuentes, sino de los investigadores que han
recogido esos relatos para documentar sus hipótesis sobre nuestra historia. De
forma aplastante mayoritaria han sido los historiadores esos investigadores. Lo
han hecho de dos maneras principalmente: mediante la historia oral y mediante
los documentos de los resistentes (memorias, octavillas, boletines, etc.). En
líneas generales esas fuentes han sido recogidas de forma, por decir algo,
francamente deficiente y han dado lugar a errores de bulto en el relato
historiográfico cuando no en la interpretación de esos hechos. Se ha tardado
mucho en recoger con metodología adecuada esos relatos con lo que la gente ha
ido desapareciendo sin dejar rastro, nunca mejor dicho, pero también porque a
medida que transcurre el tiempo la situación cambia más y por lo tanto la
interpretación (destinada a nuestras generaciones) de esos hechos se hará con
criterios y valores propios de esa situación tan alejada de la original.
Aquí falta disponer de
teorías con prácticas contrastadas que objectivaran las interpretaciones. La
teoría de la recepción con la distinción entre lector implícito y lector
histórico podría servir para este objectivo.
Entre los historiadores
e intelectuales dedicados a la MH podemos señalar esfuerzos de tipo individual
o colectivo. Entre los esfuerzos colectivos, fuera de las intenciones
partidistas o ideológicas, se observan, en sentido amplio, dos grandes
vertientes: la de los historiadores que quieren darle un sentido inmanente a su
investigación histórica, no solo explicar la historia sino intentar
comprenderla o interpretarla, por ejemplo, aunque ya no está de moda, la
historia desde el análisis marxista, el materialismo histórico o desde la
perspectiva estructural. Son aquellos que intentan encontrar leyes o reglas
implícitas al devenir histórico y en consecuencia trasladar al presente las
experiencias del pasado. Eso se nota cuando emplea expresiones como la “memoria
colectiva” “valores”, es decir, siempre intenta encontrar conclusiones que se
desprenden del análisis histórico y que sean perfectamente válidos para una
interpretación de la realidad, del presente, incluso del futuro, una especie de
neomarxismo o neoestructuralismo. Dentro de esta vertiente esto sería un
aspecto, otro aspecto son los políticos que utilizan la MH para colocar al
franquismo como una anomalía, como una agresión a la evolución democrática de
la sociedad. La estructura de la evolución democrática de la sociedad sería el
Estado de derecho, el Estado típico de las tres columnas: el legislativo, el
ejecutivo y el judicial, como la forma más redonda de Estado democrático y en
el cual el pueblo se expresa y es dueño de sus decisiones. Esos políticos
intentan con la MH desligitimar el bando vencedor de la Guerra Civil, porque,
evidentemente se legitima el Estado político democrático actual y por tanto el
franquismo fue una anomalía histórica que hay que condenar en nombre de esa
visión del Estado democrático natural.
La transmissión El relato o narración | Secuencia de la transmisión y recogida | |||
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- Cuando es protagonista o testimonio - Cuando no es protagonista ni testimonio. - Normalmente en el relato intervienen el elemento descriptivo y el elemento interpretativo. - Los esquemas actuan fuertemente sobre el elemento interpretativo. - Tendencia a la exageración: subjectivismo, egocentrismo, fabulación. - Tendencia al minimalismo: victivismo, culpabilización, inhibición. | Fase a: Suceden los hechos. Son observados, en el mejor de los casos directamente por protagonistas o testimonios. Fase b: A menos que haya una recogida de datos electrónica (y eso es reciente en la historia) la recogida documental se hace tiempo después de sucedido. Ya tenemos dos descripciones posibles de los hechos: la que se produce realmente y la que se recoge de primera mano. Fase c: Se conserva en forma documental y escrita bajo normas (periodísticas, policiales, notariales, etc.), todas ellas bajo esquemas foráneos o artificiales a los hechos, esto en el mejor de los casos, en el peor queda en la memoria de estos testimonios o de sus sucesores. Fase d: Segons la oportunidad o moda o necesidad social o política son recuperados y reinterpretados cuando no modificados textualmente y en la mayoría de los casos amputados y reducidos. |
Hay que distinguir en el
relato dos aspectos. El primero es cuando se refiere a hechos autobiográficos
en los que él es protagonista o testigo y el otro aspecto es cuando explica
hechos en que no es ni protagonista ni testigo. Esos serían los aspectos
descriptivos, asimismo, hay que ver el aspecto interpretativo de los hechos que
también se dividen en dos: interpreta los hechos en los que ha intervenido como
protagonista o como testigo y el otro interpreta hechos en los no ha
intervenido ni como protagonista ni como testigo. Normalmente en el relato
intervienen secuencialmente (los dos elementos: explico los hechos y los
interpreto), pero el historiador cuando los recoge debe separarlos
cuidadosamente puesto que la interpretación depende de los esquemas cognitivos
o de valores que posee el individuo y como hemos visto anteriormente estos
esquemas varían según la situación y ésta a su vez según el tiempo. En resumen,
el acercamiento a la representación de los hechos es más fiel en la descripción
que en la interpretación.
Porque se fabula. De
hecho cuando una persona explique o relate es necesario que este relato sea
congruente, sea una historia. Hay un encadenamiento de causa a efecto, es
decir, que la historia tenga un argumento. Si hay roturas en el argumento, es
decir, que hay un efecto sin causa entonces fabula, inventa, miente. Otra razón
de fabulación es su protagonismo que puede ser afirmativo o negativo.
Afirmativo es cuando su actuación fue o la hace decisiva, la hace patente.
Negativo cuando la hace desaparecer, no estuvo, no hizo nada; evidentemente
porque no quiere responsabilizarse o asociar su presencia en el desarrollo de
los hechos. Cuando he afirmado que hay que distinguir entre si se ha estado o
no presente como protagonista o como testigo en un acontecimiento, en el caso
de no haber estado, hay que ver que fuentes ha tenido en ese acontecimiento.
Nos tenemos que remitir a la veracidad o a la comprobación que se ha hecho de
las fuentes, por ejemplo si las fuentes son una persona que haya asistido a
esos hechos es más fiable que si lo ha leído. De todas maneras si las fuentes
han estado sometidas a la memoria normativa o proposicional, es decir, a la
memoria que tiene ya esquemas de interpretación establecidos, esos esquemas
dependen de la situación y tiempo. Insisto distinguir las fuentes, si son
directas porque son bien de protagonistas o bien de testigos o de fuentes
documentales o de interpretación o de libros. En ambos casos pero especialmente
en el segundo están bajo el filtro de unos esquemas establecidos.
Se colocan en libros de
historia, manuales, efemérides, incluso calendarios y en todo caso son
instrumento de análisis para teorías, programas, etc., pero no del momento en
que se produjeron estos hechos sino en el momento en que se recuperan. Esto es
importante porque la historia siempre ha sido una materia estratégica y
profundamente ideológica, no los hechos en si sino la ciencia histórica.
¿Cuál es, pues, la
misión o la incidencia más efectiva del archivista en este proceso? A menos que
se de el caso muy improbable que el archivista se halle en lugar de los hechos
y tenga todos los medios para grabar y recoger en su integridad la descripción
de los mismos (eso es obra del periodista que cada vez más debe dotarse de los
medios y metodologías de los archivistas) el momento sería recoger y fijar la
descripción en la fase b, cosa que normalmente deberían o intentan hacer los
historiadores que hacen investigación o dedicados a la historia social.
Normalmente el archivista cita el origen y fuentes del documento que archiva y
poco más en el sentido de ser fiel con el hecho original, en la fase c. Eso es
totalmente y absolutamente insuficiente, no solamente el no acercarse, mediante
un proceso de deconstrucción al elemento original sino que, por la práctica
actual, lo que se transmite más fielmente son los errores y tergiversaciones de
los hechos producidos, en gran parte, en la fase d, pero no solamente.